De la desordenada e inacabable
discusión desde la subjetividad es frecuente que surjan ideas y conceptos
valiosos. Mucho de lo hablado puede después experimentarse, pueden ser
disparadores de la búsqueda de información o de nuevos debates; o abrir la
mente a la diferencia de opinión.
Cuando no hay espacio para estos
“torbellinos de ideas” es cuando hay que hacerse cargo de resolver políticas de
Estado. Aunque estas palabrejas están quedando vacías al ponerse de moda,
supongamos que todos acordamos darle el significado de bases normativas para la
ejecución de acciones con efecto de eco o de dominó en la sociedad o grupos de
la sociedad. Esto cambia las cosas, porque si acordamos que una política
cultural produce resultados a mediano y largo plazo, si acordamos que va como
hermana siamesa de la política educativa, de sanitarismo y en definitiva de
calidad de vida, el peso de las decisiones en cuanto a acciones culturales es
abrumador. Y no es excusa refugiarse en una visión “bohemia” parcializando el
concepto CULTURA.
RELATIVISMO, ETNOCENTRISMO Y
OTROS ISMOS
El análisis teórico de sistemas
culturales casi siempre nos lleva a leer posicionamientos ante lo que sucede en
retazos parciales de la realidad –ya sea por temporalidad, por diferencia de
clases o geográficas- y aísla como un compartimiento estanco el campo cultural,
lo marca a fuego como una parte aislada del todo. Y los procesos culturales,
responsables de los procesos sociales y políticos, no son ontogénicos.
Claro que es muy respetable
asumir un pensamiento reaccionario o conservador en cuanto a este tema, pero
también asumir los procesos y resultados. En definitiva, lo que mata es la
incoherencia diría una vecina, y ser “progre” en lo político o en lo económico
y conservador o reaccionario en cuanto a lo cultural es destruir el discurso
“progre” en los hechos y consecuencias. Lo vemos a diario con el ciclo
repetitivo de alternancia democracia-autoritarismo (o tiranía), en el ciclo
pendular de izquierda, pero no tanto, a derecha, pero tanto a la derecha. Baste
leer un poco de historia para ver los resultados en datos fríos, fuera del
apasionamiento de la discrepancia ideológica.
Porqué afirmo esto
Porque cuando el trabajo cultural
–políticas culturales- acompaña los intentos de cambio social y político
podrían (deberían) trascender en el tiempo y el resto de los diseños políticos
se verían acompañados hasta llegar a algún tipo de concreción. Lo que pasma el bizcochuelo
precisamente, es la contradicción (¿o no tanto?) entre el discurso retórico,
las políticas económicas y las decisiones en cultura y en educación, las
siamesas. Sin contar el pozo sin fondo de inversiones (mejor dicho gastos) en
salud y medio ambiente.
En la concepción conservadora de
la cultura, el grupo dominante decide qué le da a consumir al “público”. En la
concepción liberal (fordista) no importa qué consuman, que se arreglen entre
ellos, mientras se ponga de moda, tenga marketing y venda. Con el consiguiente
beneficio monetario. En ambos casos, la masificación del supuesto pensamiento
rendirá sus buenos resultados electorales, la sociedad ya está preparada para
recibir cualquier retórica electoralista sin el menor análisis.